Es claro que las reuniones mal conducidas consumen tiempo valioso sin generar resultados tangibles, lo que refuerza la creencia de que son una pérdida de tiempo.
Si las reuniones con el supervisor carecen de una agenda clara, no ofrecen retroalimentación o no se traducen en acciones concretas, es lógico que los integrantes del equipo las perciban como improductivas. De igual forma, las reuniones de equipo que divagan, no tienen un propósito definido... se convierten en un obstáculo para el avance del trabajo.
Sin embargo, todos sabemos que tanto las reuniones con el supervisor como las de equipo pueden ser herramientas valiosas si se implementan correctamente.